En la Ciudad de México llegaron a mis manos dos libros: «Vientos de Santa Ana» del periodista Daniel Salinas Basave, edición 2016, en una librería frente al Palacio de Bellas Artes; y «Tijuana, La Ciudad Maldita» editado en 1956 y como autor el reportero Carlos Ortega. Esta obra de 2 mil ejemplares la localicé en un negocio en la calle Donceles, que vende y compra ejemplares del siglo XVIII, XIX y XX. El libro estaba perdido en un estante con temas de Baja California, estaba el diminuto cuerpo de papel amarillo de hace 60 años.
Por Jaime Delgado
MEXICALI.- Dudo que Daniel Salinas Basave haya conocido al colega Carlos Ortega G. pero tuvieron algo en común, el primero es un reportero que en 1999 vino a probar suerte en el periodismo a Baja California, y el segundo fue otro periodista itinerante que prueba que el periodismo es un oficio que nos permite ir de la mano de la historia y la geografía, sin embargo, solamente 5 años pudo quedarse en la bendita tierra, no se fue porque quiso.
Daniel Salinas se quedó en Baja California, y además nos deleita con su pluma ahora como escritor, dice que ajusta cuentas con el periodismo en la más reciente obra Vientos de Santa Ana, edición Random House, con 206 páginas.
Carlos Ortega tuvo apenas 5 años como reportero en Baja California, fue subdirector, y él mismo se describe como autor de reportajes y artículos. En 1956 en contra del tiempo y bajo una presión por la muerte de un colega, escribe «Tijuana, La Ciudad Maldita», editado el 14 de septiembre de 1956.
¿Qué tiene de relación un reportero de 1956 y otro de 2016? Además de internarse en obras de mayor alcance, la narrativa utilizada en las dos obras es un pasaje de reclamos al ejercicio del periodismo en una y otra época, pero además describen y denuncia una sociedad cómplice, derrotada en el intento.
Carlos Ortega en su libro que podría denominarse Novela-No Ficción o novela negra hace una narrativa del asesinato de dos periodistas en tercer año de gobierno de Braulio Maldonado.
La novela de Salinas nos habla de una historia, a lo que el propio autor denomina «Metal-Core narrativo». Se intercalan dos historias de periodistas, donde el punto en común es el asesinato de un periodista por órdenes del gobernador electo de Baja California. Aunque los nombres se cambiaron, los personajes parecen ser conocidos. Jorge Hank el personaje principal de la novela «Alfio Wolfo».
La crítica al periodismo, o el ajuste de cuentas como prefirió llamarlo, es a rajatabla. Las putas y los periodistas son colocados en parecidas circunstancias. Los oficios al mejor postor.
Salinas en 26 capítulos de «Vientos de Santa Ana» nos muestra una historia familiar en Baja California, desnuda quién dio la orden del matar al periodista.
Ortega en «Tijuana, La Ciudad Maldita» es una historia del asesinato de dos periodistas, uno el 26 de julio de 1956 y el otro el 2 de septiembre de 1956. El reportero Manuel Acosta Meza, director del «ABC Zona Costa» y luego el «El Imparcial» de Tijuana, fue acribillado en su casa, mientras que a Rafael Márquez, le cegaron la vida en Mexicali. El gobierno y las mafias de los burdeles pagaron a los matones, y a los traidores del oficio.
Daniel Salinas igualmente cuestiona esa sociedad conformista en «Vientos de Santa Ana», aquellos que dejan pasar las cosas, el desinterés de la sociedad, la hipocresía colectiva, aquellos que prefieren no ver los problemas o los retos. La historia ficticia pone los ojos en un político corrupto preparando la toma de posesión.
Hace 60 años también se describía una sociedad bajacalifornia complaciente, cómplice y manipulada. Medios comprados, reporteros chayoteados, embutes al orden del día e impunidad.
Daniel Salinas en su narrativa no deja reportero sin cabeza, medios sin posibilidades. No hay mediación, sino escuetos diagramas la operación de ese grupo que diario a diario reportean buscando la «noticia».
«Vientos de Santa Ana nos deja un sabor de continuará…».
Carlos Ortega, en su obra, nos grita ¡ya basta! Y Salinas Basave nos recuerda que estamos repitiendo la historia, otros actores, otros momentos, pero en el fango como sociedad.