De la Ciudad Maldita a la Ciudad Coqueta…
La enciclopedia del Internet Wikipedia así habla de la muerte de este actor internacional nacido en 1900 en la Ciudad de México, consagrado como actor de soporte, sobre todo con papeles del malo de la película:
«Fue nombrado delegado nacional de la ANDA en Tijuana. Ahí funda junto a su esposa Enriqueta Reza una academia de capacitación artística y es en esa ciudad en donde muere víctima de un infarto el 25 de julio de 1956, justo un mes después que falleciera su hermana Lupe. En los diarios sensacionalistas, corrió la versión de que Inclán había sido asesinado, ya que en sus últimos días había discutido con los dueños de los cabarets de Tijuana, ya que no estaba a favor de los espectáculos inmorales en los cabarets, y por este motivo existía una fuerte lucha de posiciones» Wikipedia.
Hace 60 años fue escrito un capítulo en el extenso y revelador reportaje de investigación del periodista Carlos Ortega, donde destaca en dos capítulos la historia de este actor, los últimos meses, los últimos días en Baja California, y que ahora al recorrer las zonas en las que encabezó su dignificación de Tijuana, ni lo recuerdan.
Libro: Tijuana, La Ciudad Maldita.
Autor Carlos Ortega, página 102 a 105.
Primera edición 14 de septiembre de 1956, en los talleres de Unión Gráfica, S.A. en Vértiz
344, México, D.F. Tiraje 2,000 ejemplares.
Capítulo XVI
«La Inútil lucha de Miguel Inclán.
Cuando la inmoralidad se desbordaba por todos los ámbitos de Tijuana; cuando las gentes dignas que habitan en la Ciudad Maldita llegaban incluso a abordar el vehículo de los «reaccionarios», para gritar su protesta, llegó a Tijuana Miguel Inclán. Eran los últimos días de 1955, y en los cabareteros en plena temporada, estaban enfrascados en una gigantesca competencia de indecencias, tratando de arrebatar la escasa clientela a sus rivales.
El villano del cine mexicano iba como representante del Comité Ejecutivo Nacional de la ANDA ante la Sección Cuarta de esa organización, con sede en Tijuana. Y cuando Inclán se percató de las aberraciones que se cometían en la pista de los cabarés de Tijuana, sintió viva indignación, mezclada con asco y repulsión, provocada por esos espectáculos, concebidos para mentes taradas.
«El Pueblo», el semanario del PAN, auxiliado por el diario «Noticias», apoyó la cruzada de Miguel Inclán, tendiente a la dignificación de la Avenida Revolución, extirpando de raíz las inmoralidades que se presentaban en los cuarenta cabarés de la Vía Blanca.
En una ocasión, mientras me hacía declaraciones para el semanario «El Pueblo», Miguel Inclán me dijo: «Mire joven: Yo he sentido vergüenza, como actor, al ver la forma sucia en que se infama en los cabarés de Tijuana, el prestigio de la Asociación Nacional de Actores, a la cual me honro en pertenecer. Los cabarés me han tratado de comprar, para que cese en mi lucha por moralizar las variedades. Pero yo no me vendo. Ya he cumplido mi misión en la vida, y sólo le hago falta a mi vieja ( Enriqueta Reza), pero ella se la puede arreglar sin mí. Si durante tantos años he sido honrado, no voy a claudicar ahora, cuando salir de pobre no me trae ningún consuelo. Si me matan estos desgraciados, usted no permita que ese asesinato quede impune…».
La Sección Cuarta de la ANDA, caída en manos de líderes inmorales, había perdido la mayor parte de los contratos de sus artistas. Por cada miembro de la ANDA que figuraba en el elenco de un cabaré, había cuando menos tres «éxóticas», encueristas, o «artistas libres», que incluso ya habían formado su sindicato, cobijado bajo las siglas de la CTM, para defender su impero de inmoralidad.
Inclán, al no conseguir el apoyo de músicos, meseros y cantineros, comprendió que perdería una huelga, en caso de plantear el conflicto, para obligar a los cabareteros a emplear únicamente artistas de la ANDA en sus variedades, haciendo retornar el metate de las «exóticas» encueratrices.
Aunque tuvo que luchar incluso contra muchos de sus propios compañeros, que recibiendo dinero de los cabareteros, trataban de obstaculizar su labor. Miguel Inclán hizo triunfar su plan. Ese plan consistía en sacar de los cabarés a todos los artistas miembros de la ANDA, haciéndolos desfilar frente al establecimiento, portando letreros de: «No entre usted aquí, pues verá un espectáculo inmoral». «Le advertimos que aquí dentro no trabajan miembros del ANDA, y que da asco presenciar el «floor show». «Si usted es inmoral, entre a ver esta variedad». «Por dignididad, usted no debe entrar aquí pues se presenta un espectáculo deshonesto».
Los norteamericanos son muy meticulosos, cuando se trata de que juzgan su moral. A los yanquis que acuden a Tijuana, no les importa presenciar un espectáculo indecente, pues saben que todos los que están allí hacen lo mismo que ellos. Tampoco oponen reparos cuando se trata de penetrar a un lenocinio, donde en muchas ocasiones no hay cortinas para ocultar las camas. Todos los que acuden al lenocinio van hacer lo mismo que ellos, y nadie se ruboriza.
Pero si se trata de exhibirse como inmoral, ante testigos que no hacen otro tanto, el americano se resiste. Y los visitantes de Tijuana no son la excepción. Los cabarés de la Avenida Revolución comenzaron a sentirse asfixiados por la inteligente campaña de Miguel Inclán, y sus propietarios perdieron los estribos.
A fin de defender su causa, y a la vez de atacar virulentamente a Manuel Inclán, los cabareteros de Tijuana rentaron la imprenta del periódico «ABC de la Costa», y abrieron el fuego contra el villano del cine nacional.
Miguel Inclán no cedió. La mayoría de los artistas agrupados en la Sección Cuarta de la ANDA, convencidos de la dignidad y nobleza de aquel viejo (56 años de edad) que los instaba a luchar por el prestigio de su organización, siguieron negándose a actuar al lado de las «exóticas» impúdicas, y llevaron adelante la campaña de convencimiento. Los letreros que los artistas de la ANDA exhibían frente a los cabarés seguían provocando que éstos permanecieran desiertos, y Miguel Inclán anunció solemnemente que, si los cabareteros no despedían a todas las «exóticas» libres, se llevarían a todos los miembros de la ANDA hacía la capital del país, dejando el campo de Tijuana en manos de las encueratrices.
Antes de que se venciera el plazo dado por Inclán a los cabareteros, para que aceptaran o rechazaran su petición, llegó a Tijuana el acto Víctor Parra. Llevaba atribuciones superiores a las de Inclán, y tomó en sus manos el asunto. Y pocos días después, la Sección Cuarta de la ANDA, con la asesoría del enviado del Comité Nacional, firmó un convenio con los cabareteros, aceptando que en los cuadros de la variedad actuaran mitad elementos de la ANDA, y mitad «exóticas» desnudistas.
Abatido por la derrota que sufrió, en su lucha por dignificar a la Ciudad Maldita, Miguel Inclán pensó entonces en hacer algo de beneficio de la moralidad de los cabarés de Tijuana, no como dirigente sindical, sino como actor. Uno o dos días despúes de inaugurar la academia de danza en que pensaba enseñar cuando menos a bailar a las criadas metidas a «exóticas», Miguel Inclán falleció. Un luchador ejemplar, que batalló tesonera y desinteresadamente por dignificar siquiera en parte a la Ciudad Maldita, había encontrado la muerte en Tijuana, tumba de todos los corazones nobles.
El actor Miguel Inclán muere el 25 de julio de 1956 en Tijuana, al siguiente día fue asesinado el periodista Manuel Acosta Meza, acusando al gobernador Braulio Maldonado, primer gobernador electo en el nuevo Estado 29 y al primer Alcalde electo de Tijuana, Dr. Gustavo Aubanel Vallejo, de acuerdo a la propia literaria del periodista Carlos Ortega. El 2 de septiembre asesinan a otro periodista-impresor en Mexicali. Todo conducía a los políticos y mafiosos de esa época. Pero eso es otra historia del libro Tijuana, la Ciudad Maldita del libro de Carlos Ortega G.
4 comentarios
Muy interesante, ahora parte de la historia de la coqueta Tijuana
Qué interesante. Muy buen actor, no conocía ese perfil suyo como moralizador de la ciudad.
más que eso, fue primero defender derechos de sus compañeros actores en Tijuana, pero luego de darse cuenta la situación de la ciudad asumió un activismo que incomodó a los dueños de los giros negros.
Nunca pudo contra un gigante si la variedad se acabara en Tijuana no habría nada a que venir