A manera de editorial…
Por Jaime Delgado
MEXICALI.- A las 9 de la noche del martes, en el kilómetro 122 de la carretera de territorio de Tecate que comunicado a Tijuana, fue atropellado un joven hondureño de apenas 17 años de edad, que desde esta mañana emprendió una caminata de Mexicali para concluir este peregrinar denominada Caravana Migrante.
Este joven desde mediados de octubre, caminaba desde la frontera Guatemala-México, y en algunos de los casos de aventón. Sin dinero, más que sueños movían su voluntad de llegar a Tijuana.
A mediados de octubre pasado, un grupo de hondureños irrumpieron en territorio nacional para escapar de su patria, Honduras, porque el régimen de origen militar está orillando a miles de sus habitantes escapar de su nación y buscar refugio en Estados Unidos. Ahí estaba este joven muerto, atropellado.
Como fue catalogada la ruta más segura, los migrantes decidieron tomar el camino más largo para llegar a su meta: Baja California. Sin embargo, faltó, el joven muerto no pudo cumplir la travesía de hambre, de sed, de frío, calor, coraje. Un automovilista acabó con estos sueños, y ese responsable escapó.
Pero hay otros responsables: por ejemplo quienes marcharon el domingo en la ciudad de Tijuana y su principal promotor, el alcalde de ese municipio Juan Manuel Gastélum. El Gobierno del Estado, el Ayuntamiento de Mexicali y el de Tecate, que está en huelga, todos contribuyeron en esta tragedia.
Los organismos de defensores de derechos humanos, sin duda tienen su culpa por la muerte de este joven. Los políticos.
No había ocurrido una muerte en toda la caravana que lleva más de 40 días. Así de trágica, en una plancha de rodamiento de pavimento que no está diseñada para caminatas, sino para el paso veloz de vehículos que van a la ciudad de Tecate o tienen como destino Tijuana.
La culpabilidad es porque esos grupos antimigrantes, xenófobico, esos tres niveles de gobierno indolentes y la irresponsabilidad de los organismos de defensores de derechos humanos, todos juntos, no hicieron nada para asegurar un transporte para este joven y los más de mil 500 hondureños, que no quisieron quedarse en Mexicali y prefirieron caminar a Tijuana. La ayuda llegó tarde.
Esa sola muerte de ese joven nos pinta mal, nos hace quedar mal, nos retrata como una sociedad xenofóbica, en un estado de migrantes. Trágica paradoja.
Fui testigo en la Plaza Colón cuando funcionarios del Gobierno del Estado y municipio, no se diga de la Federación, decidieron no proporcionar pasaje, ni el más económico; así que pudieron evitar esa muerte, que ahora se suma a la lista de fallecimientos producto de la indolencia, y ahora la xenofobia, y en Baja California…un estado de migrantes.
Descanse en paz este joven hondureños, de apenas 17 años de edad.