Por Julián de Mayorga*
MEXICALI.-Las instituciones no son de partidos políticos, ni de ideologías son estructuras útiles para que un gobierno pueda concretar beneficios a la población a través de una sólida estrategia institucional. Sin embargo, en la práctica es diferente, porque cada cambio de administración las pintan de colores, en especial si ese cambio implica un nuevo partido en el poder.
Desaparecen y aparecen programas de gobierno en ocasiones basado en criterios “banales” con el costo para los ciudadanos.
Además está el factor “humano” que viene a construir pero también en ocasiones a destruir con decisiones infundadas, a criterio, “porque lo digo yo” o “porque ahora es así”, cuando debería de analizarse la viabilidad de conservarlos o no, en base al impacto que pueda tener en el bienestar de los bajacalifornianos.
Desafortunadamente en las “altas esferas”, ahí donde se concentran los hombres y pocas mujeres que toman decisiones, aún persisten criterios que sólo hunden el poco o mucho avance que se tenga registrado entre administraciones. Con el atrevimiento de “especular”, esto se debe a que pesa más lo que conviene al partido, o para el resultado de la próxima elección, hasta la utilidad para la familia, el compadre, los amigos pero no para los ciudadanos.
Si añadimos que con ello se tergiversa el sentido del génesis de la estructura de un gobierno para convertirse en productoras de votos forzados, de máquinas para “hacer ricos” de quienes están dentro para operar de manera mezquina y carente de valores.
Hasta este momento histórico del Estado, en las administraciones hay ejemplos de cómo la estructura institucional es secuestrada por quienes asumen el poder para desgracia social.
Si dejamos fuera a los Jefes Políticos y Gobernadores del Distrito Norte de Baja California para recordar a los Gobernadores Constitucionales desde Braulio Maldonado Sández del Partido Revolucionario Institucional (en la actualidad el tricolor está “muerto”) con su grupo policiaco “Los Chemitas” quienes ejecutaban órdenes directas del Mandatario incluso para asesinar a los “adversarios”; Eligio Esquivel a quien lo persiguió la sombra del asesinato (como lo dejan plasmado medios de entonces) del periodista Carlos Estrada Sastré y en lo político un supuesto fraude electoral señalado por su cercano contrincante Salvador Rosas Magallón; en la historia también quedó Roberto de la Madrid Romandía que como parte de su herencia dejó represión a la prensa, nepotismo, y corrupción y Xicoténcatl Leyva Mortera, veracruzano de origen (hoy resucitado por el Gobernador Bonilla) dejó una huella de narcotráfico y crimen en el Estado, en su momento el periodista Jesús Blancornelas escribió que fue Xico quien “abrió la puerta”, sin dejar fuera al “Bombi” y su legado.
De los azules que se mantuvieron en el poder con seis gobernadores, si tomamos en cuenta el interino ante la muerte de Héctor Terán Terán, también tiene su parte, igual que este gobierno entrante de color guinda, prometieron un cambio cuando lograron sacar al PRI representado en el Gobernador Oscar Baylón Chacón; un “cambio” duró 30 años al sucumbir con Kiko Vega, el camino azul dejó ejemplos de enriquecimiento de funcionarios, tráfico de información para beneficio personal, endeudamientos, negligencia, omisión.
Al final de la historia los ciudadanos asumen el costo para bien o mal de la historia a través de sus Gobernantes. Y en cada administración vienen “promesas a cumplir necesarias”, cada quién desea dejar su herencia que en ocasiones raya en una inmadurez matizada con soberbia.
Con Jaime Bonilla se rompió récord de la herencia maldita porque le guste o no, su administración vino de origen marcada con el tema de los 2 años que lo ha puesto en la palestra nacional en forma negativa y el tema de #losmoches. Por el bien de todos ojalá le alcance el tiempo para dejar otra marca que tenga a bien recordar el respetable ciudadano.
Por lo anterior la estructura de gobierno, de origen noble, se convierte en una bestia movida por intereses de los perenes “protagonistas” que abusan de su posición para obtener beneficios contrarios al colectivo social y la percepción del ciudadano es, el gobierno no sirve, es lo mismo de siempre o que determinada institución es un fracaso.
Y cuando la intención es legítima, es decir, de ciudadanos que deciden participar en la administración pública para coadyuvar al fortalecimiento institucional, de apoyar al ciudadano, de generar cambios positivos para la estructura gubernamental, esos hombres y mujeres profesionales, con una deontología de vida son devorados por la bestia, porque la inercia se come la mínima intención de avanzar por el bien común.
Hablar sin haber estado dentro es padecer el “síndrome del bagre” que genera expectativas válidas sí pero inviables por factores como un presupuesto mal distribuido o limitado, endeudamientos, desconocimiento de procesos, plazos basados en el reloj de la burocracia (que no debería de ser pero es una realidad) calendario de liberación de dinero asignado a las partidas correspondientes, personal viciado que se convierten en un lastre para la marcha de la “rueda institucional” , la falta de comunicación entre áreas internas, cúpulas desconectadas de las bases, celo entre dependencias, lucha de poder entre funcionarios de primer nivel (o no Secretario General de Gobierno), el “fuego amigo” una práctica común al interior del Gobierno hasta la ignorancia aderezada de soberbia con destellos de inmadurez.
El Gobernador Bonilla ahora sabe que no es lo mismo opinar desde fuera que estar dentro del engranaje gubernamental, un ejemplo fue la decisión de “avalar” al Congreso Estatal en subir los impuestos porque sabe que de otra forma no podrá hacer frente a los compromisos, nada nuevo el sacrificar a la sociedad para “sacar adelante” al Estado.
Por eso tal vez, en la administración pública y en los puestos de elección popular, en ocasiones no son los mejores y más preparados sino lo que “tienen estómago” para aguantar un ritmo que en ocasiones se vuelve una “hoguera de las vanidades” y prefieren ver el partido desde las gradas.
A estas alturas el Gobernador Bonilla está viviendo el síndrome del bagre, no es lo mismo ver que convivir con la bestia, esa que, de no dominarla, se lo comerá vivo junto con sus principales colaboradores y será el mismo final sin importar el color de la administración, la traición a la confianza ciudadana. Esperemos que la historia sea otra aún puede reescribirla para un “final feliz”.
*Julián de Mayorga colaborador ocasional de PeriodismoNegro, puntilloso pero con bordado fino en las palabras, muy propio y cuidando formas, pero profundo. Quiere seguir en el anonimato.