MEXICALI.-Marina del Pilar Avila Olmeda está por cumplir la mitad de su periodo como gobernadora de Baja California. Hace tres años triunfó con una atractiva personalidad, el boom de la Cuarta Transformación y el desprestigio de los gobiernos panistas.
Tras una vertiginosa carrera, la joven política mexicalense se convirtió en la primera mujer en gobernar el estado. En las últimas elecciones, Morena ganó todas las posiciones en disputa, lo que podría interpretarse como un refrendo a su gobierno. Sin embargo, el asunto tiene sus entresijos y no se pueden ignorar.
En su primer trienio, Avila Olmeda contó con el respaldo presidencial, el apoyo del Congreso Local, un cómodo presupuesto para programas sociales, y el favor de la mayoría de medios de comunicación. Pero operaron en su contra los ataques del exgobernador Jaime Bonilla, los desacuerdos con la alcaldesa de Tijuana y el alcalde de Tecate y las protestas de diversos grupos sociales, como trabajadores mineros y productores agrícolas de Mexicali, taxistas inconformes con el reordenamiento de rutas y colonos de la Zona Este en Tijuana y, muy destacadamente, las manifestaciones y tomas de oficinas por parte de colectivos de búsqueda de personas ignorados por la entonces subsecretaria Rebecca Vega, hoy premiada como secretaria de Inclusión.
En lo político, Avila Olmeda se definió inicialmente por la precandidata Claudia Sheinbaum. Pero, tal vez tras consultarlo con la almohada (o con quien la comparte), decidió dividir su apuesta y respaldar simultáneamente a Adán Augusto López. El viraje provocó enfrentamientos en su gobierno y le generó una animadversión, acentuada con el tiempo, en el entorno cercano de la actual presidenta electa.
La gobernadora, operó cómodamente la elección del Consejo Estatal de Morena, esa fue su principal demostración de fuerza ante el senador Bonilla, a quien orilló a refugiarse en el PT. En la reciente elección, logró tener control sobre las candidaturas del ámbito estatal, pero no de las federales, acordadas desde la Ciudad de México.
El segundo trienio resulta clave para una militante joven y con aspiraciones políticas. Además de ser mujer exitosa, tiene muchos elementos a su favor: legitimidad en las urnas, apoyo del Congreso Local y control de las presidencias municipales. Pero, paradójicamente, en su fuerza también radica su debilidad. A su equipo le falta claridad para distiguir entre la confianza que otorga el electorado y la incondicionalidad. Repiten el error, tan común en la vieja cultura priista, de confundir mandato con mando. El pueblo aguanta, pero también castiga; los panistas relegados y los que hoy actúan en Morena lo vivieron pero, al parecer, no lo han entendido.
Los retos, como forzar las candidaturaas de Oscar Vega Marín como síndico en Mexicali y Jorge Ramos como diputado en Tijuana, se ganan momentáneamente pero generan una factura pagadera en el mediano plazo. Qué decir del nombramiento de un líder religioso como secretario de Educación. La inconformidad no solo está entre sectores del lopezobradorismo histórico: los grupos ultraconservadores vinculados al PAN se siente envalentonados y presionan a la gobernadora, para que no «los traicione», en temas como el matrimonio igualitario y el reconocimiento legal de las infancias transexuales. Bien dicen que no es posible quedar bien con Dios y con el Diablo.
El descontento, abierto o encubierto, está presente y puede encontrar eco en personas cercanas al círculo de Sheinbaum, ahí radica el principal riesgo para Avila Olmeda pues está por verse si el cobijo de López Obrador tiene alcance transexenal. Por lo pronto, la gobernadora enfoca sus esfuerzos en el ámbito local: en el control de los ayuntamientos y el Congreso. En Ensenada, Tecate, Rosarito y los nuevos municipios de San Quintín y San Felipe la mandataria puede augurar alianzas sólidas.
Mexicali y Tijuana merecieron un tratamiento especial. En la primera, la alcaldesa Norma Bustamante lleva como síndico al impresentable Oscar Vega Marín, pero además tendrá que someterse a la operación administrativa y a las decisiones en materia de proveedores y licitaciones por parte del empresario Rodrigo Llantada, quien ni remotamente tiene programado rendirle cuentas a ella.
Tijuana, debido a los antecedentes de desacuerdos entre gobiernos municipales y estatal, abandonará, en los hechos, su condición de municipio libre para funcionar como delegación política estatal, bajo la imagen de Ismael Burgueño, pero con Arnulfo «Fufo» Guerrero como operador estratégico y financiero del poder fáctico, desde su asiento en la Secretaría de Gobierno Municipal.`
Mientras las huestes de la Cuarta Transformación patalean, resisten, se adaptan o se acomodan, el grupo político cercano al exgobernador Francisco «Kiko» Vega se fortalece.
Por lo pronto, ha trascendido que las principales decisiones políticas ya no se toman ni en la Secretaría General de Gobierno del Estado ni en las oficinas de Morena, sino en un domicilio ubicado en el exclusivo fraccionamiento Puerta de Hierro de Tijuana, sede del llamado Bunker de los hermanos Luis y Carlos Torres Torres.