MEXICALI.-En 2027 habrá elecciones en el país, en Baja California se renovarán gubernatura, presidencias municipales y diputaciones locales y federales. Hace algunos años se hicieron reformas al calendario federal electoral con la finalidad de homologar las fechas de los comicios y limitar los tiempos de campaña. El proceso fue largo y complicado y requirió muchas negociaciones. En nuestro estado quedó como un patético recuerdo aquel episodio de la minigubernatura de dos años y el intento del otrora poderoso y gangsteril Jaime Bonilla por extenderla a cinco.
Aquel esfuerzo de empate, que buscaba ahorrar recursos y no saturar a la población con tediosas campañas, quedó solo en buena intención. Las elecciones que se celebraron este año son muestra de ello, arrancaron desde 2022 con propaganda disfrazada que, en muchos casos, incluyó el uso de recursos públicos. Tal parece que los partidos no pueden resistir el fin de una contienda sin iniciar otra, aunque esto implique torcer las leyes. La ciudadanía es la principal víctima de esta voracidad, pero también quienes están en cargos de gobierno y ven su poder minado con anticipación.
En sus eventos de Tercer Informe de Gobierno, Marina del Pilar Avila Olmeda dio cuenta de sus obras y las millonarias inversiones. Habló de la disminución de la pobreza, del crecimiento económico y salarial, del impulso al turismo, de los grandes parques de Mexicali y Ensenada, de la infraestructura vial y de la inversión en materias de salud y educación. En el recuento de logros, la mandataria fue insistente en que «apenas» son tres años en el gobierno y destacó que aún faltan mil noventa y cinco días.
Al desglosar los años en días, la gobernadora quiso poner el foco en lo que falta por hacer: «imagínense lo que nos espera, vienen cosas muy buenas», «nos quedan tres años todavía», «lo mejor está por venir» insistió. Pero, según se ve, su equipo de confianza leyó el mensaje al revés y tomó la cifra como cuenta regresiva. Mientras ella mencionaba que los cambios por venir los haría «de la mano de cada uno de ustedes», se podían sentir los codazos entre quienes ocupaban las primeras filas del auditorio en los eventos celebrados en Ensenada, Tijuana y Mexicali. El entusiasmo y el compromiso eran palpables entre la población contenida tras las vallas, no así en el grupo privilegiado de las secciones VIP.
Simultáneamente a los protocolarios actos, las huestes morenistas preparaban la sesión de Consejo Estatal, celebrada el domingo 10 de noviembre. Este evento, que debió haber sido solamente un procedimiento de sustitución de quienes dejaron espacios de dirigencia partidaria para asumir cargos públicos, fue transformado por las burocracias políticas en el banderazo de salida de la competencia por la sucesión de la gubernatura en 2027.
Al frente del partido, el exsecretario general de Gobierno, Catalino Zavala, ejercía la «presidencia en funciones», en sustitución de Ismael Burgueño, quien hace unos meses renunció a ese puesto para asumir la candidatura a la presidencia municipal de Tijuana. Zavala llegó al cargo nombrado por el anterior dirigente nacional de morena, Mario Delgado, por sugerencia de la gobernadora Marina del Pilar. Por ello, se esperaba que sería ratificado por un año más y completaría el periodo para el que fue electo Burgueño.
Pero en las tribus morenistas locales desde hace tiempo se anunciaban los tambores de guerra. La disputa va más allá del año que cerrará este periodo: quien ocupe el cargo dentro de un año será quien este al frente del partido en las elecciones de 2027. Ese tema, sumado al protagonismo que está imprimiendo a morena la nueva dirigencia nacional, encabezada por Luisa María Alcalde, despertaron alertas, ambiciones, intrigas y la llamada «operación política», mejor conocida como grilla.
Zavala y sus afines apostaban por la continuidad, bajo el supuesto de que a la gobernadora no le convenían cambios que pudieran afectar su administración. Desde ese espacio pensaban labrar un escenario más favorable al que el que tuvieron este año y lograr buena cosecha en el reparto de candidaturas del 2027. Amparado casi exclusivamente en el designio superior, «el Cata» se mantuvo agazapado en espera de la ratificación, validando, al final, el viejo dicho: La confianza mató al gato.
Armando Samaniego, quien lidera otra «corriente», aspira a ser alcalde de Mexicali y desde ahí escalar a la gubernatura, pero su influencia estatal es pobre, por lo que decidió enfocar sus baterías en las relaciones en la Ciudad de México, labor que le favorece su condición de diputado federal. «El Sama», como es conocido entre sus allegados, odia al Cata, por lo que ha operado en su contra desde hace años. Pero odia más a Netzahualcóyotl Jáuregui, quien, para su mala suerte tiene exactamente las mismas aspiraciones que él. Cosas de la vida: los golpes que el Sama propinó al Cata fueron capitalizados por el Netza.
Netzahualcóyotl Jáuregui corresponde a los afectos y también odia a Samaniego, pero odia más a Zavala, por lo que desde hace años ha tejido sus alianzas conforme a la teoría del crecimiento político en torno al enemigo común. Mantiene una fructífera relación con el secretario general de gobierno, Alfredo Álvarez Cárdenas, con el presidente del Consejo Estatal, César Castro, con el alcalde Tijuanense Ismael Burgueño y con el diputado Juan Manuel Molina. Pero todos ellos desconfían entre sí, su alianza es frágil, circunstancial.
La senadora Julieta Ramírez es la tercera interesada en la ruta presidencia de Mexicali-Gobierno del Estado por lo que, en dupla con Jáuregui, mantiene una férrea oposición a Samaniego. La apuesta, hasta ahora, es en pareja: si las instancias superiores deciden que la candidatura sea para mujer, va ella; en caso contrario, va Netza. Lenguas suspicaces aseguran que la silla en el Senado es un irresistible factor para la disolución de este vínculo y que esa historia apenas comienza.
Rocío Adame, alcaldesa de Rosarito y expresidenta del congreso, concentra también un liderazgo importante, pero tiene en su contra la operación de su antecesora, Araceli Brown, quien, desde su diputación federal, está empeñada en ponerle piedras en el camino. Adame por ahora se concentra en temas de su administración, pero se perfila en el futuro como cabeza de una alianza de alcaldesas del pacífico, junto a Claudia Agatón de Ensenada y Miriam Cano, de San Quintín.
Cano, por su parte, lidera su propio grupo partidario, conformado principalmente por mujeres, pero tiene en su contra un pleito encarnizado con Karla Pedrín, precisamente exdirectora del instituto estatal de las mujeres y recién electa secretaria general de morena. Cano tuvo una activa participación el la campaña de Claudia Sheinbaum, pero por ahora tiene grandes retos que la atan a San Quintín. No es muy afín a Catalino Zavala, pero mantiene una alianza con él frente a la embestida de Jáuregui, también dirigida contra ella.
Ante este panorama, la aniquilación del bonillismo, el descarrilamiento del grupo de Montserrat Caballero en Tijuana y el «nadar de muertito» del senador Armando Ayala, Netza Jáuregui, Alfredo Álvarez y Juan Manuel Molina prepararon el asalto al partido. Sabedores de que la línea nacional era ratificar a las dirigencias interinas, recurrieron al argumento del género y operaron el «tiempo de mujeres» para solicitar, o más propiamente dicho exigir, que la próxima presidenta fuera mujer. Paradójicamente, las principales promotoras del escrito fueron partidarias de la precandidatura presidencial de Adán Augusto López y no de Claudia Sheinbaum.
Bajo la consigna de «cualquiera menos Catalino», el llamado grupo Netza comenzó a seducir a integrantes del consejo, proponiendo inicialmente a la exdirectora del DIF, Mónica Vargas Núñez. Después alguien mencionó a Rosina del Villar Casas, postulación que tenía como bono adicional el retirarla de la Secretaría de Honestidad, en donde varios integrantes de este clan tienen asuntos pendientes. Del Villar, aparentemente sin compromisos con pandillas morenistas, resultaba una aliada inmejorable. Así se forjó su arribo a la presidencia con el aval de una gobernadora presionada por los pronunciamientos del «tiempo de mujeres».
El capítulo, como las buenas series, tiene protagonistas, actores secundarios y extras, pero hay también quienes actúan tras bambalinas, en este caso lo fue Fernando Castro Trenti, mejor conocido como el Diablo. En una magistral jugada, el experimentado expriísta, aprovechó las pugnas entre la cándida militancia de la 4T para actuar como titiritero antes de saltar él mismo al escenario.
Rosina del Villar goza de prestigio como «morenista de cepa», ajena a las grillas. Pocos saben que, como integrante del grupo académico que comanda el director del Colegio de la Frontera Norte, Víctor Alejandro Espinoza Valle, tiene viejos vínculos con Castro Trenti y participó en la elaboración de su plan de Gobierno en su frustrada campaña de 2013. Aquí el dicho sería: nadie sabe para quien trabaja.
Lo más curioso del asunto es que Alfredo Álvarez, responsable de la conducción política del Gobierno del Estado, quien presume su olfato de sabueso y tiene a su disposición a los órganos de inteligencia, terminara, junto a Juan Manuel Molina y Netzahualcóyotl Jáuregui, como una dócil marioneta de su archienemigo histórico, Fernando Castro Trenti. No cabe duda de que este diputado sabe más por diablo… y por viejo.
Los mil noventa y cinco días restantes del actual gobierno ya se redujeron a mil noventa y dos. Y los demonios andan sueltos.