MEXICALI.-La mezcla de los asuntos partidistas electorales y la administración pública no es saludable, sin embargo, parece ser irresistible para la clase política mexicana. Cuando se hace con destreza, la maniobra queda oculta ante la opinión pública; de ahí el nada decoroso título de “alquimistas electorales” otorgado a los operadores del viejo PRI, padrino de las prácticas viciosas, hoy enraizadas en todos los partidos. Pero, cuando domina la impericia, el resultado es tan deplorable que cae en lo irrisorio. Tal es el caso de la Secretaría de Educación de Baja California, tristemente convertida en el principal campo de batalla de las tribus morenistas en el estado.
El espectáculo, que esta semana llegó a su clímax, comenzó desde que Catalino Zavala Márquez, diputado presidente del Congreso Local, pidió licencia y asumió la titularidad de la Secretaría de Educación, como premio a su lealtad al entonces gobernador electo, Jaime Bonilla en su pretensión de extender su mandato de 2 a 5 años. Desde el inicio de su gestión, Zavala sorteó varias crisis, entre ellas algunos misiles de “fuego amigo”, es decir, generados o alentados por facciones del propio gobierno y su partido: señalamientos de mantener a militantes panistas en la nómina, reclamos de pagos del magisterio, cuestionamientos a sus funcionarios y destituciones y nombramientos en su equipo ordenadas desde la oficina del gobernador; todo ello alimentando permanentes rumores de su despido del gabinete bonillista.
Hace un par de semanas finalmente se dio su salida, pero no como un despido sino por invitación de la candidata a gobernadora, Marina del Pilar Ávila Olmeda, para asumir la coordinación estatal de su campaña. El diputado con licencia, viejo zorro de la política, pretendió conducir dos timones a la vez: con la anuencia del gobernador Bonilla, dejó en su lugar a su hasta entonces director sectorial, Gerardo Solís Benavides, sólo que Bonilla esperaba un renuncia y Zavala se la jugó con la figura de “licencia por tiempo indefinido”, dejando a Solís como “encargado del despacho”.
El arranque de la nueva encomienda tampoco estuvo exento de problemas: la subsecretaria de Educación Básica, Xóchitl Armenta Márquez, le organizó un acto de campaña en Ensenada al que fue convocada la estructura educativa mediante conductos institucionales y al que varios de los asistentes llegaron con camisas con logos de la secretaría y en vehículos oficiales. Al enterarse de la pifia, Zavala abortó el evento y sólo se reunió con la subsecretaria Armenta para descargar su furia. Por otra parte, los múltiples antagonistas de Zavala, irritados por su nombramiento como coordinador de campaña, andaban a la pepena de errores para llevarlos como ofrenda al “gober” y abonar la salida definitiva, de tal suerte que la novatada les vino “como anillo al dedo”.
Dentro de la propia secretaría, Julio Rodríguez Villarreal, nombrado por Zavala como director de participación social, fue “tendiendo la cama” a su jefe, documentando errores y alentando inconformidades del magisterio como la fugaz huelga de hambre en el Centro de Gobierno de Mexicali. Este “profesor” Rodríguez es un antiguo aviador del sistema educativo; nunca ha estado frente a grupo (para fortuna de niñas y niños de preescolar, nivel al que está adscrito) y sus únicas clases han sido de grilla; pero fue solapado por los gobiernos panistas a cambio de sus servicios como porro profesional en actividades políticas: infiltrado en el PRD, mapache electoral, reventador de asambleas, orquestador de campañas negras y filtraciones periodísticas, detractor de movimientos sociales, como Mexicali Resiste, etc. Su momento de mayor fama fue en octubre de 2019, cuando el Tribunal de Justicia Electoral del Poder Judicial de Baja California lo sancionó por violencia de género, catalogada como grave por expresiones machistas y misóginas vertidas en contra de la candidata Elvira Luna Pineda. Rodríguez, como hábil trapecista, olfateó el momento oportuno para abandonar los brazos de Kiko Vega y arroparse en los de Jaime Bonilla, a quien parece simpatizarle su estilo provocador y bravucón.
Fue justamente Rodríguez quien, por indicaciones del gobernador Bonilla, el 13 de septiembre del año anterior operó el “golpe de estado” contra la dirigencia estatal de morena, destituyendo a los presidentes del Comité Ejecutivo y el Consejo Estatal, Ismael Burgueño y Rafael Figueroa Sánchez, respectivamente. En la misma asamblea impusieron a César Castro Ponce y a la profesora María de Jesús Sánchez Ávila en los respectivos cargos. (Nota de Antonio Heras, La Jornada, 14 de septiembre de 2020) Apenas unos días antes, el propio presidente del Consejo, Rafael Figueroa, había denunciado a Julio Rodríguez por intentar coaccionar el voto. Ofreció entonces el testimonio de 15 integrantes del Consejo Estatal a quienes se habrían ofrecido puestos en la administración estatal a cambio del voto (Cadena Noticias, 4 de septiembre de 2020). Coincidentemente, apenas un día después de la sesión, la maestra Sánchez Ávila fue nombrada directamente por el gobernador como coordinadora de Participación Social en Tijuana, bajo la dirección de Julio Rodríguez. La intentona golpista nunca fue reconocida por la dirigencia nacional y el propio órgano jurisdiccional de morena sancionó esa sesión como ilegal, mediante resolución con expediente 520, del pasado 4 de marzo, misma que ratificó en su puesto a la dirigencia anterior.
En las recientes pre campañas electorales, Rodríguez se fue de lleno a la cargada con el delfín de Bonilla, Armando Ayala Robles, no sólo promoviendo su candidatura, sino filtrando publicaciones y fotografías para tachar a Marina del Pilar Ávila como advenediza y de filiación panista. Una vez que la expresidenta de Mexicali fue nombrada candidata, Rodríguez intentó por diversas vías colarse en su equipo, pero esta, sabedora de sus marrullerías, dejó claro que “ni de chiste” lo quería en su campaña.
La exclusión por parte de la candidata y la conducción de la campaña por Catalino Zavala parecían la estocada final a Julio Rodríguez, sin embargo, apapachado por Ricardo Moreno, secretario particular del ejecutivo, sacó fuerzas de la derrota y preparó su venganza en dos vertientes: convencer al “gober” de la salida definitiva de su archienemigo jefe como Secretario de Educación y pagar la factura a quienes “se la han jugado con todo por usted” y como consecuencia ganaron el desaire no sólo de las dirigencias nacional y estatal sino del equipo de su propia candidata. Bonilla cayó en la trama y el pasado lunes, ante la estupefacción de propios y ajenos, nombro a María de Jesús Sánchez Ávila como Secretaria de Educación en el estado. Así, la profesora que hace apenas 6 meses cambió su voto por un puesto menor, asumió sorpresivamente la más alta responsabilidad educativa en el estado.
El mismo lunes, apenas rendía protesta la nueva secretaria, Julio Rodríguez y su equipo tomaban las oficinas en todo el estado, en algunos casos sin dar oportunidad a quienes ahí despachaban de retirar sus pertenencias o acceder a los equipos de cómputo a su cargo. Por la tarde convocó a “reunión urgente” en las oficinas de Mexicali a titulares de subsecretarías, delegaciones y direcciones del sistema educativo. Ahí, acompañado por la secretaria, les informó que “un nuevo equipo político” se haría cargo de la dependencia, por lo que habría cambios de personal y de inmediato anunció la destitución de la subsecretaria Xóchitl Armenta, quien según varios asistentes ratificó su filiación catalinista y salió de la sala de juntas gritando “¡Soy libre, soy libre! En su lugar fue nombrado el profesor Manuel Ramírez. Posteriormente, el mismo Julio Rodríguez anunció que él asumiría la subsecretaría de administración y finanzas y que el ex titular de esta, Iván López Báez sería el nuevo subsecretario de educación superior, cargo del que se retiraba a Javier González Monroy. Estos fueron los primeros cambios de una serie de destituciones, nombramientos y enroques que se anunciaron entre lunes y martes. Un testigo de una de esas reuniones comentó que Rodríguez abiertamente confesó que los criterios generales eran sacar a “todo lo que huela a Catalino” y “no poner a ninguna vieja en subsecretarías y direcciones porque son muy volubles”; aseguró que, al ser cuestionado sobre la incongruencia, ya que la nueva secretaria es mujer, Rodríguez respondió: “¿no te has dado cuenta que el verdadero secretario soy yo?”
La improvisación y las decisiones sectarias y viscerales regularmente no conducen a buen puerto, este sainete no podía ser la excepción: el mismo martes se encendieron los focos rojos. En las las oficinas del gobernador y del secretario general de gobierno no paraban de llegar la señales de alarma: diputadas, diputados, dirigentes sindicales, funcionarios federales, titulares de otras dependencias y representantes empresariales externaban su desconcierto por la crisis en Educación. Nadie conocía a la secretaria, Julio Rodríguez había destituido personas nombradas por el propio gobernador Bonilla, no se había cuidado ninguna forma. El caso más escandaloso fue el nombramiento del polémico profesor Manuel Ramírez como subsecretario de Educación Básica: la maestra María Luisa Santoyo, dirigente de la sección 37 del SNTE y aliada del régimen bonillista puso el grito en el cielo; Ramírez ha sido uno de sus principales detractores, integrante de una de las planillas en contienda por la dirigencia sindical y crítico de las políticas de la secretaría. Este nombramiento, por lo mismo, se veía como una abierta intromisión en la autonomía sindical.
El asunto devino en comedia: el acto protocolario en el que Iván López rendía protesta como nuevo subsecretario de educación superior fue interrumpido por una llamada del secretario general de gobierno, quien le instruyó que regresara a su anterior cargo. “Ningún cambio en educación que no sea ordenado por el gobernador, ¿quién chingaos es Julio Rodríguez para mover funcionarios?” gritaba furibundo Amador Rodríguez Lozano desde su oficina.
Sus palabras llegaron a oídos de ambos equipos, quienes al parecer entendieron cosas diferentes y actuaron en consecuencia. Los del grupo de Zavala, a quien siguen llamando “el secretario”, se atrincheraron en sus puestos y argumentan que, por indicaciones del secretario general de gobierno, no harán entrega sin una orden por escrito del gobernador; hay casos de quienes ya habían aceptado renunciar y ahora regresaron diciendo que siempre no. El grupo de Rodríguez, por su parte, ha instruido al nuevo equipo a tomar oficinas y si es necesario auxiliarse de cerrajeros y cambiar chapas; se amparan en el nombramiento a la nueva secretaria y su facultad para remover personal.
Caso chusco fue el de la subsecretaria Armenta, quien un día celebró con gritos su retiro y al siguiente regresó, acompañada de Joaquín Gutiérrez, director de personal (también desconocido por la nueva administración), a pedirle al profesor Ramírez la devolución de su oficina. La propia secretaria Sánchez Ávila ya advirtió a la maestra Armenta que si ella y los anteriores funcionarios se niegan a entregar sus cargos y oficinas recurrirá a la fuerza pública para proceder al desalojo.
Todo parece indicar que, al menos de aquí al lunes, la Secretaría de Educación contará con dos titulares : la profesora María de Jesús Sánchez y, según su propio dicho, el profesor-aviador, Julio Rodríguez. A estos habría que sumar el liderazgo en el exilio de Zavala. Cada subsecretaría también contará con dos titulares en litigio: en Educación Básica la profesora Xóchitl Armenta y el profesor Manuel Ramírez; en Educación Superior el maestro Javier González Monroy y el doctor Iván López Báez y en Administración y Finanzas, el mismo López Báez y el controvertido Julio Rodríguez. Consecuentemente, la mayoría de delegaciones municipales y direcciones también tendrán duplicidad de mandos.
El gobernador Bonilla, desde su podio, pareciera decir: “Que comiencen los juegos del hambre”. Aferrado a su agonizante poder omnímodo, sólo le queda solazarse con la competencia y destrucción entre las facciones que algún día dominó, esperando a ver quien sobrevive a la cruenta batalla. Las familias bajacalifornianas, mientras tanto, pueden aprovechar la distracción del breve periodo vacacional para no perturbarse con el proceder de quienes conducen la política educativa de sus nuevas generaciones.
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Cochinero!
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